Todos los monjes murieron y el gran secreto se fue con ellos. Una triste y tosca figura de Buda permaneció durante años en su templo originario de Ayutthava.
En 1957, ante un proyecto de demolición del antiguo templo un grupo de monjes tuvo que trasladar y reubicar al gran Buda de arcilla en un nuevo templo. Cuando la maquinaria empezó a mover la gigante estatua se empezó a rajar y para colmo empezó a llover. Se ordenó bajar la imagen y cubrirla con lona plástica en espera del nuevo sol. El monje encargado de la supervisión del traslado, una vez escampada la lluvia, con una linterna en la mano se aproximó a la estatua para evaluar los daños y cuál fue su sorpresa al entrever reflejos dorados entre el espesor del barro. Con un martillo y cincel empezó a sacar bloques de barro, a medida que más arcilla desprendía más brillo salía de la estatua de Buda.
Hoy día se expone esa maginificiente y hermosa figura junto con un trozo de la simple y áspera arcilla que recubría tal belleza.
Como tantas historias que nos envuelven y nos transmite un tiempo pasado... nuestra vida es una hermosa metáfora.
La vida, los golpes, los desengaños te llevan a crear esa capa protectora. Siempre y cuando recuerdes que debajo de esa arcilla hay un corazón de oro...protégete como mejor puedas o sientas. Si alguna vez confundes tu capa protectora con tu esencia párate y reacciona. Tú no eres barro, no embrutezcas. Eres oro, brilla como tal.
Nuestro rol en esta sociedad consumista y de prisas es olvidar nuestra esencia de luz y de amor. Nos sentimos cómodos ante un estereotipo de fortaleza externa, de apariencia dura y segura. Pero realmente...eres barro o eres oro?