Cuando fuiste creciendo se invirtieron los factores y esa majestuosa palabra se convirtió en odiosa.
El No hasta ahora balbuceado iba creciendo a medida que lo hacía tu vocabulario pero para tomar una connotación prohibitiva. El No en boca de tus padres, de tus profesores...ya no era tan mágico.
Hoy, de adulto, la carga que conlleva el No te traslada inconscientemente a su efecto negativo, de castigo, de prohibición.
Energéticamente es una palabra de reminiscencias desagradables de tono áspero, duro....en contraposición a su competidor el Sí, más dulce y melodioso.
Bien pues ese monosílabo que intentas evitar por el poder negativo que se le ha concedido es muy importante utilizarlo no como castigo al otro, sino como recompensa a ti.
Re-aprende a decir No como cuando eras un niño, guiado por tu instinto más puro e inocente y a la vez sabio; porque sabías que te favorecía y lo utilizabas sin ninguna carga añadida de negatividad o fealdad.
Sencillamente sentías decir No y decías No, y no dañabas a nadie por hacerlo. Esa sensación de daño, de dolor vino después, se asoció después y por ello ahora la evitar para no dañar. Pero, ¿no te estás dañando a ti por no decirla?
Si sientes que debes decir No pero cedes por no dañar, pregúntate primero cómo te sentirías si lo dijeras, y si la satisfacción y el desahogo es más importante que el efecto de tu negativa, ¡hazlo!
Sé dueño de tus Noes conscientemente.
Si el efecto puede ser atroz para tu vida social y aún no estás preparado, no pasa nada; habrá más momentos para poner en práctica tu re-aprendizaje.
Y recuerda que es sólo una simple palabra... la connotación la da tu creencia mal aprendida.