Tal vez hayas escuchado en más de una ocasión la necesidad de no identificarte con tus pensamientos. Difícil ¿verdad? Los sientes en ti como propios y sí, son tuyos por sentirlos pero no eres tú. Tú estás por encima de ellos, eres su creador y por lo tanto puedes ser su verdugo.

Hablar del cerebro humano y de sus funciones conocidas y constatadas por estudios científicos nos lleva a pensar que nuestra vida está regida por ese pequeño órgano que sólo constituye un 2% de nuestro peso corporal. En tan pequeño receptáculo hay tanto poder...

Vivimos en la cultura del gesto serio, hosco. Parece ser que la expresión más elegante y que transmite prestigio social es la expresión seria, sin sonrisa.

Con tiempo, antelación y adelantándonos a un devenir seguro como la muerte de nuestro cuerpo físico (para muchos el único conocido), nos proponemos dejar por escrito o dicho a personas de nuestra confianza cómo queremos ser tratados en el momento de la defunción.